martes, 18 de noviembre de 2008

premio de poesía 2008


Sabactani, de Gustavo Weisberger

Jurado: Laura Yasán, Javier Adúriz y Jorge Boccanera
Coordinación general: Roxana Palacios

Gutiérrez

Comienza a llover: el agua es boceto de la desolación.
Camino por el hospital de niños y veo madres con sus chiquitos a cuestas,
Veo pañales derretidos por la luz de una cruz invertida donde dos embarazadas
y un abuelo rezan y huele a lenta cumbia.
Pasa el orín de Dios entremezclado con la comida de los gorriones.
Pasa el diablo sacando su lengua de vudú licuado. Un doctor descompuesto: su aguijón bendito.
Soy inútil aquí. Pateo parvas de barro seco y cordones de una zapatilla.
Pienso que me corresponde cocer mi boca y mi cabeza en frío
¿Por qué la enfermedad de los pibes es un infierno seráfico?
Entonces salgo a la calle.



Alumbramiento

La fe: aquella mariposa que come los huesos de un cuaderno y está sola.
La fe: un jean helado junto a un palo virginal que nada lo puede.
La fe: repta el silencio y nos alumbra a todos.
La fe: una botella que refleja el número de los salvados por Cristo.
La fe: el olor a humo y grasa de los obreros yendo al laburo
y tu cabeza apoyada en mi hombro.


La pared blanca



Hoy no vi a mi hija, sube desde una calma hiriente
el humo de un espiral que se termina.
En silencio, me pregunto por ella mientras miro los dibujos que me hizo el día anterior.
Son las siete de la tarde de un jueves
y afirmo que también las flores entran por el ojo de una aguja,
también el fuego se pudre sin misericordia alrededor de platos sucios y pétalos no nacidos.
No tengo lenguaje para acercarla como la oveja lo hace con su pastor
pero me corresponde estar esculpido en la palma de su mano.

Oscurece, voy a mirar toda la noche con ojos fijos la pared blanca.


para Dina


Salmo de lo queda flotando para siempre


Golpear al silencio hasta hacer de él el vino más espeso. Pero no beberlo porque uno
está embrutecido de abrirse paso entre los sabios; demasiado tambaleante y con la cabeza rapada
para que no exista confusión: no estoy libre de nacer de nuevo en el bucólico vientre
de mi prójimo.

(arrojen sobre mí la enésima y frágil piedra)


Triángulo

Manchados con semen de moras
mi hermano y yo nos arrastrábamos por el piso
de un templo evangélico los días domingos.
Huíamos de un bosque en común, del señor que todo lo cura, todo lo da
y todo lo desguaza.
Era extraño: tres habían salido del vientre de mamá peluquera
pero ahora éramos dos en ese vacío. Es que mi hermana yacía crucificada cabeza abajo
y la olvidamos.
(nunca quisimos comer el mismo pan ninguno de los tres)

Desde esa hora sé como será mi cara ante la hora de la muerte.



Bonus track



Mientras mi padre se ponía violento
y mi madre resucitaba siempre al tercer día
de habernos dejado en casa de una tía suburbana,
Yo me comía el pecho y mi otro mellizo adoraba al becerro del odio fácil,
sabiendo que la infancia tendría su bonus track:
un hombre, debajo de la lluvia, tartamudeando que perdió la cabeza.


Nominación



Aunque escuchás el sermón del monte por la radio
la soledad te sigue pegando en la cabeza una y otra vez. Y es este invierno que empezó
hace tiempo con su quema de libros en cualquier esquina de tu barrio
y este gobierno cursi afuera y adentro de tu corazón, lo que te hace pensar menos en tu prójimo
y más en tus manos con su luz natural en retroceso.
Es agosto: hay una canilla goteando agua y más agua; humedad que por esta vez
no te rompe las pelotas y una mujer convertida en tajo al lado de tu boca.
Riquezas que harías bien en considerar como regueros de pólvora
de ahora en adelante.



Alabiu


La conocí un día domingo, después la besé hasta las cejas.
Ya hace más de tres años de esto y nos siguen gustando las mismas cosas:
Los Redondos a todo lo que da, el vasito de vino a las siete de la tarde
y el sexo de nuestros cuerpos vacíos por el amor del uno por el otro.

para mi amor , Silvia García



Sabactani


Ya no hombre de cuyo esqueleto cuelga un trapo de inmundicia.
Sesgo de un embrión que al final fue entraña para el árbol de la horca:
Antes de que cualquier cielo lo sobreviva en algún lugar pedorro donde se amen las piedras.

La propuesta de Sabactani invita a una profunda reflexión sobre el vértigo de la vida.
El poemario me deslumbró con su mensaje, por momentos sutil y por momentos demoledor, acerca de cómo una sociedad desmembrada, cruel y caótica repercute en nosotros.
Un libro de gran originalidad, donde una suerte de lírica urbana construye su discurso en el cruce de una exuberante riqueza metafórica con imágenes cotidianas .

Laura Yasan


Cruzar de un solo impulso cuestiones familiares, marginalidad, desesperación y un fondo religioso que aparece y desaparece sin esperanza, resulta en principio imposible. No obstante, es el magnífico entramado de Sabactani, este libro que zamarrea el ánimo y lo pone a vibrar al compás de una versión madura de la mejor poesía contemporánea. Habla al espíritu y el poema se hace; habla a los ojos, con imágenes que no se olvidan, y el cuerpo queda temblando.

Javier Adúriz

1 comentario:

Narciso soy yo. dijo...

Cuidado. Esta poesía es triste.
Cuidado. Triste significa patético.
Cuidado. Patético es malo.
Cuidado.
Cuidado.
Cuidado.
Con los que
premiaron
cualquier porquería.
Cuidado. Están vivos y se dicen
poetas.